Desde enero de 1864 a febrero de 1866
¿Qué está haciendo Garibaldi? Esta era la cuestión que se preguntaban en el Alto Mando sardo-piamontés.
Il Generale estaba colmando la paciencia del mismísimo rey Vittorio Emanuele II.
-¿Alguien sabe porqué tarda tanto? -gritó el rey a sus oficiales del Consejo.- ¿Como es que aún no ha tomado las fortalezas de Nápoles y Palermo que defienden esos afeminados sicilianos? Si marchó con mis bendiciones y las de nuestro pueblo. ¿Qué diantres está haciendo?
Un general carraspeó y, con voz apagada, comentó:
-Su Majestad, según nuestros informadores está con su ejército acampado en Tarento, disfrutando de buen vino y de la compañía de ciertas señoritas de buen ver. Sus soldados se han dado también al vicio y a la holgazanería, y hay quien teme que pueda disolverse su cuerpo de voluntarios.
El buen rey no daba crédito a sus oídos.
-Imposible. Giuseppe Garibaldi es casi como un hijo para mí. Esos son maledicencias, tergiversaciones de enemigos. Almirante, coja su flota e investigue que está haciendo nuestro general.
-¡A sus órdenes, Su Majestad!
La flota se dirigió a las cercanías de Sicilia, desde donde pudieron apreciar los efectos del asedio.
-¡Los está matando de hambre! -exclamó con regocijo un capitán de corbeta.
-¡Garibaldi es un genio! -rió el almirante Pellion. -¡Cómo pudimos dudar de él!
Las fortificaciones de Palermo y Nápoles estaban casi sin suministros. Los ejércitos, hambrientos, arrasaban los cultivos y devastaban las provincias.
Mientras tanto, un nuevo
Primo Ministro era elegido, Alfonso Ferrero la Marmora, que a su vez era mariscal de campo.
Llegó justo a tiempo para que los embajadores franceses le presentaran un nuevo tratado, la
Convención de Septiembre. Esto es lo que le dijo al rey:
-Su Majestad, los franceses desean retirar su guarnición de Roma, pues la necesitan en otros frentes. El Papa está molesto porque cree que podríamos aprovechar la situación y atacarlos. ¿Deberíamos aceptarla y avanzar en nuestra soñada unificación o bien
[color="Magenta"]besar el anillo rosado del Papa[/color]?
El rey rió la fina ironía de su
Primo Ministro.
-Ya sabes lo que tengo pensado hacer con el anillito del Papa.
En el 1865 el asedio de Dos Sicilias seguía. Nuevos informes llegaron del glorioso cuerpo de voluntarios:
La provincia de Calabria había sido reconquistada por un partisanos sicilianos y no parecía que Garibaldi hiciera algo útil. Seguía estando anclado en Tarento. Ya estábamos a finales de noviembre de 1865.
-¡Por Dios! ¡Qué paciencia he de tener con este hombre! -bramó el rey. Un ayuda de cámara que traía el café se dio media vuelta, por si la tomaban con él.
-No te preocupes, rey mío.
Il Generale sabe bien lo que hace -trató de apaciguarlo María Adelaida, su mujer.
-¡
Jarto! ¡
Jarto d'el estoy! Si hubiera
mandao a un
puñao de
agüelas a estas horas ya estarían conquistadas esas provincias. ¡Job! ¡El Santo Job soy!
(El rey solía hablar mal cuando estaba enfadado)
Un emisario entró agitado al salón de estar de los reyes.
-Su Majestad. Un despacho urgente de nuestro Almirante. ¡Garibaldi está en las cercanías de Roma y pretende atacarla con todos sus voluntarios!
-¿Es verdad? ¿Es cierto? ¿Habrán sido mis plegarias oídas por el Altísimo? Espero que no sea que ya se haya hartado de las fulanas tarentinas, esas con las que mis espías dicen que yace cada noche.
Y en diciembre, el rey se desayunó con una nueva noticia en los periódicos:
[SIZE="3"][color="SeaGreen"]
¡GARIBALDI HABÍA TOMADO ROMA![/color][/size]
-¡Alabado sea Dios! ¡Por fin mi amado
Generale ha cumplido su palabra! ¡Dijo que tomaría Roma y, Dios, lo hizo! ¡LO HIZO!
Alborozado, el rey corrió por los pasillos de palacio, apartándose los sirivientes de su camino, y salió al jardín, donde gritó al cielo, con todas sus fuerzas:
[color="YellowGreen"]
[SIZE="3"]-¡LO HIZO! ¡ESE MALDITO HIJO DE SU MADRE LO HIZO![/size][/color]
En enero de 1866 un gran banquete se iba a celebrar, en el
Palazzo. Todas las grandes personalidades del reino fueron invitadas: políticos, banqueros, militares de alto rango, escritores y otros artistas, aparte de varios ricachones de diversas especies. Incluso algunos cardenales, sabiendo quien era el que mandaba ahora, acudieron prestos a presentar sus respetos al rey, a pesar de que el Papa estaba cautivo en Roma.
El champán se bebía a ríos. Los jabalíes asados con finas hierbas, los patos a la naranja, las ostras vivas con limón, y hasta caviar ruso, todo era poco para celebrar el gran triunfo de Garibaldi. Todos estaban contentos, entusiasmados. La alegría era unánime. Los chistes sobre el Papa eran moneda común y las carcajadas abundantes. Sobre todo se hacían chascarrillos sobre lo que les pasaría a continuación a los sicilianos si no se avenían a razones. Y en todas las conversaciones, Garibaldi era loado, ensalzado, admirado. Garibaldi era un superhombre, el supermacho alfa por excelencia.
El rey, en su tremendo entusiamo, se alzó de la inmensa mesa donde celebraban la comilona.
-Propongo un brindis, mis querido súbditos. Un brindis por nuestro hijo predilecto, nuestro bienamado Giuseppe Garibaldi. Le deseamos todos nuestros parabienes y rogamos al Altísimo que su vida sea larga y próspera. Ojalá estuviera con nosotros para poderle abrazar y besarle, y decirle que...
-¡Estoy aquí, Su Majestad!
De repente todo el mundo quedó en silencio. Volvieron sus cabezas hacia el que había osado interrumpir al rey. Un soldado con barbas, desaliñado, con un uniforme desastrado, acababa de asomar por la puerta.
-Pe..pero. ¿Quién es usted? ¿Garibaldi? ¡Garibaldi! Pero si está en Roma, controlando a los focos insurrectos, aplastando a los rebeldes, sofocando las...
-Ese es el problema, Su Majestad. Ese Garibaldi es
mi hermano gemelo,
[color="Red"]el rebelde[/color]. Y no sigue sus órdenes. Pretende derrocar la monarquía y proclamar la república. Pretende derribarle de su puesto y arrastrarlo por el fango. Pretende hacer con Su Sacrosanta Persona lo mismo que ha hecho con el Papa.
-No, no puede ser. ¿Cómo puede ser posible?
-¡ES CIERTO! -gritó el almirante Pellon di Persano que acompañaba al desaliñado soldado.- Lo he visto con mis propios ojos. Este Garibaldi viene de Argentina, de una misión secreta de nuestros servicios de inteligencia. Era una misión tan secreta que nadie estaba al tanto. Además, estos documentos confirman la situación actual en Roma.
Le entregó al rey un informe sobre las andanzas del falso Garibaldi.
El mundo parecía girar. El rey estuvo a punto de desvanecerse pero Garibaldi, el verdadero Garibaldi, corrió raudo a ayudarle.
-Su Majestad, no tema. Yo y mi Cuerpo de Voluntarios, y no los rebeldes de mi hermano, conseguiremos hacer realidad Su Gran Sueño. Una Italia reunificada bajo Su Mando. Estoy aquí para servir al Rey y a la Patria. ¡Viva el Rey! ¡Viva Italia!
Los demás comensales, tras reponerse de la perplejidad, lanzaron sendos vivas. Vittorio Emanuele se acercó al soldado, a Garibaldi, y le besó en la frente.
-Hijo mío, no cabe duda de que he sido engañado. Espero que restituyas el honor mancillado de nuestra bandera. Atrapa a ese rebelde, dale su merecido y, de paso, reclama nuestras legítimas provincias. ¡Que nadie ose rebelarse contra los designios de la Providencia! Pero, dime ¿qué fuerzas tienes contigo para poder hacer frente a ese hijo de mala madre?
-Oh, Majestad. Mi Cuerpo de Voluntarios es numeroso. Con ellos, mis aptitudes, y la colaboración de sus regios ejércitos aplastaremos a esa cucaracha rebelde que dice ser mi hermano.
-Estoy impresionado. Impresionado. Adelante. ¡Adelante! ¡Que ruja el trueno por toda Italia!
A los pocos días, en febrero, la tan esperada noticia llegó a la corte. Los demás estados italianos, Parma, Toscana y Dos Sicilias, ante la derrota del Papa reconocieron lo inútil de seguir resistiendo. Sus respectivos gobernantes abdicaron y reconocieron como legítimo rey a Vittorio Emanuele II de Piamonte-Cerdeña. Esto sólo podía significar que se había conseguido
[color="DarkOrchid"][SIZE="7"][CENTER]¡LA UNIFICACIÓN DE ITALIA![/CENTER][/size][/color]
Sólo un gobernante, sólo uno, decidió resisitir: GARIBALDI,
[color="Red"]el malo[/color], que controlaba la nueva capital de Italia: ROMA.
La resistencia se preveía feroz, pero todas las esperanzas del nuevo rey de Italia se depositaban en Garibaldi,
[color="Teal"]el bueno[/color], que pronto debería derrotar a la escoria rebelde. O al menos eso era lo que Dios, en su inmensa sabiduría, habría determinado. ¿O no?
, porque todavía no la conozco, ya dije en su momento que nos falta una especie de guía para informarnos más sobre ellas. También he observado lo que decis sobre si haces gasto en ellas o no, es como una montaña rusa. Creo que le falta desarrollo.
), pero quería expresar mi opinión.
